En su incensante deambular, y a pesar de su presencia en todo acto litúrgico, Miguel Rodríguez, llamado Miguelón, acaba resultando un ser inaprensible, que nadie conoce bien. Sí se sabe que su alma encuentra refugio y descanso en el reino de la poesía, y allí hay que buscar, en los poemas que se le han ido apareciendo a lo largo de los años, durante los arrebatos de intenso fervor. Dioses sin reino recoge muchos de los mejores poemas de Miguelón, seleccionados por él mismo.