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Manuel Alba , - Marbella (Málaga)
¡Váyase a hacer puñetas!


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Hay en Sevilla una calle llamada Galera, situada en el barrio del Arenal, cerca del Río Guadalquivir, calle por la que pasaba en mi última visita a mi ciudad natal junto con un amigo y su hijo… El joven comentó el nombre de la calle asociándolo a la embarcación a remos y velas que dominó los mares en los siglos XVI y XVII, llamada Galera y  cuyos remos eran normalmente manejados por presos a los que se les condenaba a tan dura pena, condenados a galeras…¡Cosa incierta!

En efecto, ese castigo era reservado a delincuentes peligrosos que se libraban de la pena de muerte y resultaba ser extremadamente duro… Pero no es por esta razón que dicha calle lleve ese nombre.

También, recientemente, yendo a visitar a unas `personas encarceladas,  (no soy partidario de esos eufemismos pastelosos de llamar a la cárcel (centro penitenciario), a los prisioneros (internos) y a los carceleros (funcionarios), pues me resultan esos términos absolutamente estúpidos), me preguntaron qué a que departamento me dirigía, señalándole que iba a ver a un presos preventivo y a otro en régimen de cumplimiento y que no iba a la (galera), mirándome la persona que me dirigió la pregunta de un modo ciertamente extraño, debiendo pensar que estaba yo un poco enajenado.

Lo cierto es que había unas galeras en las que no se remaba, sino que se hacía puñetas…. ¡Si, las puñetas de encajes que aún se lucen en las togas de Magistrados y en algunas vestimentas sacerdotales, esas sobrepuestas y cosidas en la boca de las mangas!. Y en la calle Galera de Sevilla había una galera en la que se hacían, principalmente, puñetas, no tratándose de una embarcación de grandes proporciones que se hubiese emplazado en tierra.

Las galeras a las que me refiero eran cárceles de mujeres, en las que se recluían principalmente a prostitutas, vagabundas y ladronas siendo su fundadora una vallisoletana llamada Magdalena de San Jerónimo, que había servido como dama a la Infanta Isabel Clara Eugenia, quien hacia 1604 le propuso a Felipe III la necesidad de establecer este tipo de cárceles  para mujeres, que denomina Galeras porque el castigo y en trato que habrían de recibir en ellas las reclusas sería equiparable al de los hombres en dureza y en el rigor del trabajo durante su encarcelamiento.

Las primeras cárceles de este tipo se establecieron en Madrid y Valladolid, extendiéndose pronto a toda España.

Su funcionamiento se regulaba en una instrucción que bajo el título de ( Razón y  forma de la Galera),escrita  por la propia fundadora, reglamentaba pormenorizadamente el régimen penitenciario al que se sometía a las reclusas. Su crueldad y su rigor fue tal que fueron muchos los detractores que tanto Magdalena de San Jerónimo como sus galeras tuvieron en la propia corte, a pesar de lo cual subsistieron estas instituciones más de dos siglos.

La prevención y punición de las conductas delictivas de las mujeres a través de las galeras abarcaban diversos tipos de delito, si bien eran principalmente la prostitución y la hechicería los elementos argumentales que justificaban la institución y puesta en marcha del sistema, dirigido, fundamentalmente a las (descarriadas) pobres y (sin dueño), entendiendo por tal marido, hermano o padre.

El sometimiento a una disciplina extrema, la instrucción de que la comida fuese escasa, el impedimento de cualquier tipo de visita, el aislamiento absoluto del exterior y la expiación del (descarrío) a través de unas extenuantes actividades de trabajo hacía, evidentemente, comparable el trato de las mujeres reclusas al de los remeros en las naves guerreras de la Armada Real. Y el bordado de las puñetas de encaje era la más fundamental actividad de estas pobres mujeres, con el que se financiaba en gran medida los gastos de su cautiverio.

Cuando le dije a aquel funcionario de la cárcel que no iba a la galera, me refería a que no iba a la sección de mujeres, aunque desde luego no se puede hacer ningún tipo de comparación de aquel sistema y de aquellas instituciones con el que actualmente rige el sistema penitenciario. Y cuando mandamos a alguien a (hacer puñetas), pocas veces se conoce que, en primer lugar, solo puede utilizarse  tal improperio con las mujeres, pues equivale a decirle que la metan en la galera por su ignominiosa moralidad y la pongan a hacer las puñetas, ya que con respecto a los hombres tendríamos que mandarlos (a remar a las galeras). Y en segundo lugar, una vez sabido en qué consiste el asunto, cual es su trasfondo, habríamos de pensar en el sufrimiento injusto, en el mal trato y en la crueldad de la que fueron víctimas (las puñeteras), que era como se llamaba popularmente a aquellas pobres mujeres que en la galera hacían puñetas.




Manuel Alba
, - Marbella (Málaga)

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