La noticia publicada por La Tribuna sobre la denuncia presentada por el Gobierno del Reino de Marruecos ante la Fiscalía General del Estado no parece haber hecho mella en los medios de comunicación, si bien me consta que a la principal agencia informativa de España ya le ha llegado y aunque a más de uno le pueda sorprender, me permito confirmarla en todos sus extremos con total conocimiento de causa.

Marruecos ha llevado este asunto con determinación y prudencia, un asunto delicado pero en el que muestra una vez más su indisoluble alianza con Occidente, siguiendo una línea que muchos han querido ignorar interesadamente. Y son muchos los políticos, sociólogos, periodistas y analistas políticos los que desconocen que ya desde hace muchos años la actitud de las autoridades marroquíes frente a los radicalismos terroristas ha sido constante. Y me remonto a unos años atrás, al reinado de Hassan II, cuando en un libro que se publicaría después de su muerte, y bajo la forma de una larga entrevista con el escritor y periodista Eric Laurent, el padre del actual monarca se habría de preocupar por cuestiones que cada día son más candentes y mantienen su pleno vigor.

Bajo el título de (El Genio de la moderación, Reflexiones sobre las verdades del Islam), la obra desgrana la interpretación que Hassan II hace de la sociedad y el mundo musulmán, y con constantes alusiones al texto del Corán o a la vida y manifestaciones del Profeta aclara lo que muchos no acaban de entender: El integrismo radical no tiene nada que ver con el Islam, sino que es, precisamente, contradictorio y condenable por dar la espalda al espíritu de la verdadera religiosidad. Un libro poco difundido en Europa y Occidenteen el que el difunto monarca va respondiendo desde la primera pregunta que se le realiza con una rotundidad extrema, basándose en un riguroso estudio del Libro Sagrado Musulmán.

Desde el mismo prólogo, donde Eric Laurent le pregunta en primer término, sobre la cuestión del extremismo, Hassan IIera tajante en su respuesta, quetranscribo íntegramente:

(Que es incompatible con el Islam que prohíbe los excesos y quiere remediar los diversos sectarismos que se produjeron en las religiones precedentes. El Islam condena firmemente la ausencia de mesura y de autocrítica. ¡Evitad el exceso! es un imperativo frecuente en el Corán. Más explícitamente aún, El Corán dice, dirigiéndose a las gentes del libro, (judíos, cristianos y los propios musulmanes): ¡Ohgentes del libro, evitad el exceso en vuestra religión y no digáis de Dios más que la verdad!).

Esta idea la repetirá reiterativamente y recordará que el propio Profeta ya advirtió contra el extremismo religioso: (porque había sido la causa de la ruina de las naciones que os han precedido).

La consideración de que el intolerante no puede ser musulmán impregna toda la lectura de este libro que aclara, sobre todo a quienes pertenecemos a un mundo distinto, cual es el verdadero sentido de la fe musulmana y cuáles son las desviaciones, rechazándolas y haciendo la distinción entre lo que debe ser el progreso del mundo islámico y los desvíos intolerables. Entre esas desviaciones, la más grave es el integrismo, cuya causa encuentra en los intentos de implantar sistemas laicos,contra los cuales reaccionan sectores fanáticos que bajo el pretexto de conducir las sociedades a las reglas del Corán, acaban sirviendo a intereses particulares o de grupos sectarios, marchando en sentido contrario a lo que el Islam es y pretende. Comparaba el integrismo con los sistemas políticos totalitarios de corte marxista y veía en él una especie de intento de resucitar esos sistemas, abogando por la erradicación del mismo, que le resultaba reprobable desde todos los aspectos, pero, sobre todo, el religioso, por lo que supone un intento de llevar a la práctica no el espíritu de la religión y del Corán, como expresaba el Profeta sino una rigurosa interpretación literal que bloquea todo progreso y devuelve a la sociedad a los tiempos más ancestrales. Pensaba el fallecido Rey que la compatibilidad entre la tradición y el progreso, el fomento de la convivencia de creyentes y no creyentes y la constante manifestación de tolerancia deben ser signos del musulmán del mundo actual.. La lectura del libro me pareció esencial para comprender que el terrorismo integrista debe ser fruto deintereses de tipo económico, político, sectario, pero que ningún verdadero musulmán puede acoger ni tolerar. Y la línea marcada ha sido continuada por el Rey Mohamed VI y su Gobierno que ha emprendido esta acción con el firme propósito de dejar bien claro que ningún tipo de pretensión protagonizada por los radicales de AQMI va a tener la mínima acogida, el mínimo amparo por una sociedad que se siente orgullosa de compatibilizar su fe y su modernización y que no quiere retroceder a la Edad Media.

Esta denunciaha sido interpuesta en nombre del Gobierno de Marruecos por el propio Presidente del Consejo de Ministros, un hombre de profunda fe religiosa, Abdel – Ilah Benkiran,reflejando el sentir de la sociedad marroquí que aspira a la paz y el progreso y muestra la seriedad y firmeza con la que se afronta la cuestión en el país vecino, sin ambages, sin titubeos ni complejos, y he tenido ocasión de conocer de primera mano, en una reciente conversación con el Ministro de Justicia marroquí, Ramid El Mostafa, el empeño por que sea conocida la firmeza y el empeño en mantener contra viento y marea la apuesta por la paz, la tolerancia y la armonía entre los pueblos, un compromiso en el que se implica toda la sociedad, con el Rey y su Gobierno a la cabeza.
Esperemos que la Audiencia Nacional, en cuya Fiscalía se encuentra ya el asunto, sepa entender la trascendencia de esta cuestión.